Hideo Kojima lo hizo de nuevo. Con Death Stranding 2: On The Beach, este genio japonés nos sumerge una vez más en un universo tan enigmático como fascinante. El juego expande las bases sentadas por su predecesor, elevando la experiencia a nuevas alturas.
Si el primer Death Stranding nos planteó la necesidad de reconectar un mundo fragmentado, esta secuela nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de esa conexión, la evolución de la humanidad y los límites de la supervivencia. Es un título que exige paciencia y una mente abierta, pero créeme, recompensa con una profundidad narrativa y una propuesta jugable únicas en el panorama actual.
Historia
La narrativa de On The Beach retoma la historia de Sam Porter Bridges, interpretado magistralmente por Norman Reedus. El mundo post-apocalíptico sigue lidiando con los estragos del «Evento Death Stranding». Sin revelar demasiado, la trama nos presenta nuevas amenazas existenciales y dilemas morales que empujan a Sam a emprender una travesía peligrosa.
Kojima mantiene su sello distintivo, con una historia intrincada y densa, repleta de metáforas, simbolismos y giros inesperados que desafían las convenciones narrativas. La inclusión de nuevos personajes, junto con el regreso de algunos rostros conocidos, enriquece un elenco que ya de por sí brillaba.
La exploración de temas como la inteligencia artificial, la evolución de la conciencia y la propia definición de la vida humana se siente más profunda y urgente que nunca, resonando, honestamente, con las ansiedades del mundo real. Sin embargo, para quienes buscan una narrativa lineal y directa, la ambigüedad y el ritmo pausado podrían resultar un desafío.
Jugabilidad
La esencia de la «simulación de repartidor» de carga se mantiene, pero con una evolución significativa. Sam sigue siendo el eje central de las entregas, pero las mecánicas se han pulido y expandido para ofrecer mayor variedad y libertad. La introducción de nuevas herramientas y vehículos, algunos sorprendentemente innovadores, facilita la travesía por los hostiles y hermosos paisajes, a la vez que abre nuevas posibilidades estratégicas para el jugador.
Conclusión
Death Stranding 2: On The Beach no es un juego para todos. Es una experiencia audaz, exigente y profundamente personal, que se niega a conformarse con las fórmulas establecidas. Kojima ha creado una secuela que no solo expande el universo de su predecesor, sino que también lo desafía y lo enriquece, planteando preguntas más grandes y complejas.
Si bien su ritmo pausado y su narrativa abstracta pueden no ser del agrado de todos, aquellos que se atrevan a sumergirse en sus profundidades encontrarán una obra de arte interactiva, una meditación sobre la conexión, la soledad y la persistencia del espíritu humano.
Es un juego que perdura en la mente mucho después de haberlo terminado, un testimonio de la visión inquebrantable de Hideo Kojima y una cita obligada para los amantes de las experiencias únicas y trascendentales en el mundo de los videojuegos. Créeme, On The Beach es un viaje que vale la pena emprender.